que tierno furor que hermosa noche encantada, iluminada por tus ojos y las luces rojas de la gran ciudad dormida que sabrosa impertinencia. la ciudad dormida, y nosotros dos, dolorosamente despiertos, impetuosamente juntos, inexplicablemente atraídos
sincronizados en el juego del morbo apasionados, confundidos, descarados