el primer recuerdo, digamos, sexual, más o menos consciente, que tengo, es de cuando tenía cinco años
me acuerdo perfectamente, como si fuera ayer
estábamos en preescolar, y con otros tres o cuatro zánganos como yo, nos dedicábamos a levantarles la pollera para espiarles la bombacha a las nenas
hoy, 18 años después, las cosas no están tan distintas
si bien no voy por la vida levantándole la popllera a las chicas (salvo que ellas así lo desearen) todavía conservo intacto ese enfermizo placer pseudo voyeurista
quiero decir, que más allá de las relaciones, y el sexo tradicional, incluso muy distinto del arte de la conquista, es el placer de robar furtivas y agradables visiones
el abanico es amplio, y va desde quedarse embobado ante unos preciosos ojos amarillos sin que su dueña lo note, un bretel generoso, un escote indecente, hasta, como ahora mismo (y eso me disparó a la memoria y este post), clavar la mirada, lentes negros mediante, en un par de rodillas, separadas más de la cuenta, que forman con la pollera una especie de túnel, oscuro, pero no lo suficiente para ocultar el premio para el hábil y discreto observador
claro que no es muy discreto reputear al boludo que se para justo en medio del pasillo, entre la sensual visión y uno...
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lunes, diciembre 13, 2004 | 10:55 p. m.