y ahí estaba otra vez
pero no era yo. otra vez EL me salía por todo el cuerpo
sus palabras, mascadas con tabaco y sangre rancia, escapaban de mi boca sin control
no entendía bien que estaba haciendo ahí. no podía controlar lo que hacía. era como verme desde afuera. como si yo fuera el espectador de mí mismo
la última vez ella me había desconcertado. me sentí... no se. un imbécil, un inútil... pero ahora era distinto. hablaba en voz muy alta, daba pitadas nerviosas al cigarrillo, miraba todo a través de esos lentes oscuros...
y ella parecía estar fascinada con eso. como si todo el tiempo hubiera estado esperando que la maltrate un poco. y eso estaba haciendo
bueno, EL lo estaba haciendo
el olor a alcohol viejo y de mala calidad que venía de su ropa (o de su garganta... da igual) me estaba dando náuseas. y eso me gustaba, porque era lo único que me estaba conectando con la realidad.
en ese estado, totalmente borracha, y seguramente drogada con el medio frasco que faltaba de las pastillas amarillentas desparramadas a un costado de la cama, no le costó arrancarle la ropa.
y mientras la golpeaba y saciaba su vampiresca y trillada sed de sangre, consiguió lo que quería.
ella había tratado de matarlo. EL lo sabía, pero quería escuchar que ella se lo dijera.
después de cogérsela varias veces, y cuando los ojos en blanco d ella y su aliento a mierda le dieron demasiado asco como para una cuarta vez, se vistió, se tomó el poco whisky que ella había dejado, y se fue
cuando desperté, a la mañana siguiente, sentí la boca pastosa, y ese conocido dolor en las rodillas y los abdominales
miré el piso al costado de la cama. había un montón de ropa, unos lentes oscuros y una botella vacía de pésimo whisky mejicano