Pensé que podía ser una noche de gloria, pero ni gloria trevi, ni divina! gloria, ni siquiera gloria carrá se presentó a salvar esa debacle irremediable que fué la noche del viernes
La fiesta me esperaba, me engullía la noche, incitándome a cortejar, a actuar, fingir...
el problema es que ese es un juego que no estoy acostumbrado a jugar. Me parece que las reglas yacen torcidas en el fondo de un libro de acrósticos absurdos, que alguien escribió para burlarse de nosotros, pero no nos dimos cuenta.
cuando uno se mete a jugar un juego sin manejar las reglas, tiene una remota posibilidad de tener "suerte de principiantes"
pero lo más probable es que pierda
el lugar estaba justo en el límite entre agradable y ridículo. podría describirlo como un restorán argentino que pretende ser chino y cool (y no lo es), con un subsuelo que pretende ser salón de fiestas (y no se le parece). más bien se parecía a un sótano ambientado para una película clase z, de esas en las que el cantante de una banda punk enloquece y empieza a matar gente.
si digo, además, que cuando llegué (pasada la una de la mañana) debía haber unas diez personas, el panorama era realmente bizarro.
me instalé en algo parecido a un living, y me dediqué a observar como dos, tres, seis, ocho! tipos se turnaban para pasar música.
a decir verdad, hasta bien entrada la noche (y mientras yo me dedicaba a vagar por ese sótano que ni siquiera me entregaba una interesante cuota de perdición), esos personajes eran los únicos que agitaban el éter. de entre ellos, me llamó especialmente la atención uno, suerte de lenny kravitz vernáculo, vestido con ropa dos talles ma´s chica que él que le marcaba las venas, peinado salido de una propaganda de axe, y bailando frenéticamente, con movimientos que me dislocaban los ojos por tratar de seguirlo.
cuando ya había dado mil siete vueltas al sótano, cuando mis esperanzas de hablar con Ella (en definitiva, la única razón por la que me zambullí en el sub-chino cool) se desvanecían minuto a minuto, beat a beat, y la música de bajofondo tango club era la banda de sonido perfecta para una retirada indigna, crucé la mirada con una aparición maravillosa.
bella, esquiva, con la cuota justa de odio, fuego, aburrimiento en sus ojos.
era hermosa. como escuché decir por ahí, le faltaba un defecto para ser perfecta. sería inútil que trate de describirla. nada que yo pueda decir podría llegar a captar el atractivo que desprendía ese pelo, esa piel, esos ojos...
pero, como la gloria esa noche no estaba de mi lado, antes de que mi mente alcanzara a elucubrar alguna frase inteligente, del orden de "parece que estás tan aburrida como yo", o la insuperable "solita?", la realidad, la niebla, el beat, el sub-chino cool devenido película de pandillas de nueva jersey se encargaron de develar el misterio
no. no estaba solita. era amiga de los ocho, diez exhibicionistas que no paraban de dislocar miradas con sus movimientos. era amiga de lenny, tan ocupado bailando que había renunciado a la bandeja, y era, al parecer, mucho más que amiga del amigo de lenny (si digo karl, alguién entenderá el chiste?)
este, el peor de todos, el más feo, el más ridículo (boina, barbita fea, pantalones de esos que se hacen con dos polleras, actitud "soy malo y me la banco", baile que era como una mezcla de Flash Dance con Pedro el Escamoso) no paraba de bailarle alrededor, pegoteársele, estampársele, enredarse en ella como si fueran las serpentinas que, a esa altura, colgaban ya no sólo del techo y salientes varias, sino de mí, de Ella, de lenny, de karl, de la chica, y lentamente la fue enredando, la fue llevando, hasta engullirla, desarmarla, someterla, doblegarla contra una pared (bueno, admitamos que ella no se resistió mucho)
así que, varias veces vencido, después de pasar un largo rato sentado en medio de una fiesta leyendo un informe sobre adicciones, y ya sin el bajofondo para acompañar mis indignidades, decidí que era tiempo de abandonar el sub-chino cool, salir de la película de clase z, en la que yo estaba más cerca de transformarme en el cantante desquiciado que en el bueno de la película, desenredarme las serpentinas de la mente, que mantenían atadas a mis recuerdos imágenes inconvenientes de Ella, de la chica, de la cadera de lenny, de los pasos absurdos, imposibles de karl, y de un imbécil que estaba en medio de una fiesta leyendo una revista y sintiéndose tan cómodo como una ballena en un ascensor.
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domingo, septiembre 14, 2003 | 7:34 p. m.