anoche me subí al colectivo (línea 106, interno... que se yo!). el 106 tiene la particularidad de reaccionar a los estímulos. cuanto más cansado esté uno, y más anda necesitando sentarse, más lleno te viene el guacho.
obviamente, a las 8 y pico de la noche, después de todo un día de laburo... sobra decir que no había espacio ni para insertar un pensamiento.
en eso estaba yo (léase, tratando de agarrarme del mismo caño que otras... 36 personas, tratando de no acercarme demasiado al ropero con corte milico y cara de asesino sicótico que estaba parado al lado mío, tratando de que no me pisen, que no me empujen, que no me rocen...), cuando de la nada, como salida de un limbo, como escapada de algún purgatorio benevolente (bah, en realidad, estaría en la parada) subió ella.
con una extraña alquimia que me recordaba vagamente a esas heroínas de las películas italianas.
hay que admitir que un colectivo no es el mejor lugar para un lance amoroso, y como se paró justo detrás mío, dándome la espalda (lo cual eliminó toda posibilidad de mirarla sin ponerme en evidencia y a la vez empujar a cinco o seis) me dediqué a intuirla.
usando las ventanillas, cada tanto conseguía entrever su melena rubia hasta los hombros. en alguna curva exigente, la gravedad atraía su espalda irremediablemente a la mía. entonces yo disfrutaba aquel roce mínimo, sutil. hasta que las mareas humanas volvían a separarnos, alejándola hacia oscuros terrenos que aún ahora desconozco.
más tarde ella, tal vez por pudor, o quizás como parte del juego, decidió alejarse, irse más allá de los confines que mi espalda podía alcanzar.
cuando creí que todo había terminado, comprendí que este nuevo enroque, habilitaba nuevamente la posibilidad de vernos. así que cuando, como al pasar, miré hacia donde ella estaba, descubrí que una mirada furtiva me había estado observando, pero eligió huir cuando se supo descubierta.
entonces el tiempo,la curiosidad, y las mareas de carne y algodón, que para ese entonces estaba ya en franca retirada, me llevaron a su lado. y quiso la suerte que ella tuviera la oportunidad de sentarse, con lo que las opciones de cruzar nuestras miradas fueron mayores que nunca. y cuando volví a mirar sus ojos (ahora sí pude verlos: marrones) otra vez la huída, y esa cara de quién es descubierto en una travesura.
las calles y avenidas seguían acumulándose una tras otra. finalmente me senté.
entonces quise sospechar lo que estaba sospechando.
y la miré
"UY!"
otra vez sus ojos furtivos.
ya no me quedaban más de cinco minutos antes de tener que abandonar forzosamente el juego, así que me decidí. busqué en la mochila. no encontré más que unas servilletas, pero con eso bastaba. cuando me paré, antes de bajarme, y sorprendiendo otra vez esa mirada, le dí la nota, y bajé.
"no hay razón para que desvíes la mirada"
junto a mi teléfono, y un mail.
la noche calurosa me obsequió un remanso en forma de brisa que mi piel bien supo agradecer
mezclado por
sábado, septiembre 27, 2003 | 8:34 p. m.